CRÓNICAS DEL ANTIATLAS. LA GENEALOGÍA ENTRE LOS BEREBERES.


 En los desiertos y montañas del sur marroquí no hay registros civiles que daten de antiguo.
 Hoy en día no es difícil encontrar gente que no sabe exactamente el día de su cumpleaños -incluso el año- por puro desconocimiento, máxime cuando aquí los cumpleaños no son celebrados ni tiene ese día la menor importancía.
 Añádase a  este cóctel, una generación de viejos y viejas iletradas, analfabetas, -que no ignorantes, por supuesto-
 Ahora piensa que conocieras el nombre de tus antepasados por vía paterna hasta unos 300 años, más o menos hasta el siglo XVII.
 Imagina que ese conocimiento te hubiera sido transmitido de manera oral.
 Es decir -y para no liarla con nombres árabes- que si te llamas Manuel, sabes que eres hijo de Julio, a su vez hijo de Antonio, que fue hijo de Bonifacio, hijo de José, hijo de Hermenegildo, hijo de Anacleto, hijo de Matías, hijo de Tomás, hijo de Gonzalo, hijo de Martín, hijo de Fulanito...Así hasta unas catorce o quince generaciones anteriores a ti.
 No hay registros civiles, ni falta que hacían.
 Existe la memoria.



 Una memoria profunda que trepa por el pasado familiar, no sólo salpicándolo de nombres exactos de los tatatatatatatatatatatarabuelos, si no de todo tipo historias reales pertenecientes al linaje. Nomadeos, migraciones, guerras con otras familias, anécdotas curiosas, etc.
 Yo, aquí tengo google,  mi móvil y un montón de cacharros más, pero apenas puedo decir quienes fueron mis bisabuelos. 
 No saber escribir tiene nombre, analfabetismo, pero ¿cómo se llama a no tener memoria, a no saber de dónde viene uno?
¿Porqué el abuelo que tengo delante no sabe leer pero me cuenta historias de su familia de hace 200 años, y yo apenas me acuerdo de las tablas de multiplicar?

Buscando la explicación a porqué entre estos pueblos semi nómadas o recientemente sedenterizados pervive la costumbre, de saberse el árbol genealógico, -llamado entre ellos La ad lauarata- en manera ascendente y siguiendo la vía paterna hasta en algunas ocasiones trece, catorce o más generaciones, llegando en ocasiones hasta el fundador de la tribu, fracción o familia cito textualmente a Caro Baroja, porque desde luego creo que da en el clavo:
"El hombre que carece de todo o de casi todo comprende las necesidades de otro hombre mejor que el que posee, que el que vive dentro de una ciudad o una tierra donde existe la seguridad económica y política.
 Las dificultades para sobrevivir que hay en el desierto hacen que sólo personas o grupos familiares que tengan el espíritu de solidaridad en grados extraordinarios puedan considerarse allí como dentro de un medio adecuado. Pero esta solidaridad del nómada camellero no es una solidaridad generalizada, sino que, como casi todas las cosas que afectan mucho al individuo en su vida cotidiana, ofrece unos límites, unos contornos muy precisos. Sólo entre las gentes que conviven o viven unidas por los lazos de parentesco, entre los que son de la misma sangre, cabe hallarla en todo su rigor"
 O sea es el medio ambiente, la naturaleza quien determina esta necesidad de saber según que cosas.
 Más de 600 años de Caro Baroja, el gran historiador -entre otras muchas cosas- andalusí Ibn Jaldún viene a explicarnos lo mismo, que este conocimiento viene impuesto por el medio en el que viven estos pueblos, unido a un fuerte derecho represivo y a una fe religiosa muy intensa, que siempre se basa en la consideración del parentesco por línea paterna y que a diferencia de, por ejemplo los linajes conocidos entre los israelitas que siempre comienzan con el fundador de la tribu, descendiendo hacia generaciones más actuales, entre los nómadas de los desiertos, empiezan por la generación última en haber nacido, dándose mayor importancia a las generaciones vivas, normalmente tres o cuatro, que a las más antiguas, quizá por dar menos importancia de la historia en sí, que a las cuestiones prácticas que hoy en día ese linaje pueda acarrear.

  
 Podríamos decir que la genealogía inversa de los judíos es así para acentuar un pasado, en cambio entre estos pueblos árabes y bereberes es ascendente pensando en cuestiones prácticas del presente.
 Porque la solidaridad que conlleva el pertenecer a determinado grupo, o fracción, hace otorgarla de un modo perfectamente preestablecido, sabido por todos.
 Al parecer esta solidaridad recibe en árabe el nombre de "asabiyya".
 Hablando sobre ella Aben Jaldun cita al Profeta:
 "Aprended de vuestras genealogías lo suficiente para saber quiénes son vuestros parientes más próximos, y para hacerles el bien".
 Y en el desierto no hay rabos de pasas. 




 

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