¿Por qué IRÁN? TEHERÁN, MILAD TOWER, BORJ E MILAD


El hostal Mashaad de Teherán es menos malo y cutre de lo que en un principio parece, y su personal es tranquilo, simpático y amable.

No hay que fiarse de las primeras impresiones que se tienen al amanecer, sin haber dormido, cansado después de un viaje más o menos largo. Lo que quiero decir es que parece muy cutre y en cierta manera lo es, pero funciona todo bien, los wáteres morunos, la tele de mi cuarto-celda, hay jabón en el jabonero, el radiador de la habitación calienta bien y está lleno de guapas japonesas.
 Y no hay cucarachas. Ni sábanas, pero hay chanclas e hilo musical. 
 Hoy tomé el metro, la chica de los billetes es sonriente y curiosa, que de dónde soy, qué hago en Teherán...


El metro cuesta 5000 riales, 500 tomanes es decir 12 céntimos de euro, está hasta los topes. Bajo en la parada Moharrar, allí debía tomar un taxi que me llevara a la torre Borj e Milad pero veo una riada de gente adentrándose en un inmenso parque con una colosal mezquita en construcción y me uno a la marea.


Aparezco en una gigantesca exposición de muebles.


A mí los muebles me importan un carajo pero hace frío en la calle y aquí se está calentito, yo pa´dentro...


No todos coinciden con el gusto occidental, otros sí.


Después de comer algo me meto en otro tremendo pabellón en el cual venden alimentos, una especie de feria gastronómica, para avanzar debo obligatoriamente que refregarme con la gente, tal es la muchedumbre. Me imagino pulido y abrillantado por el roce, como esas piedras de los caminos por donde transita mucha gente…








Ya en la calle tomo el taxi que me lleva a la torre Borj el Milad.
  Sin necesidad de subir a la torre, en su base, se puede disfrutar de una buena panorámica del norte de la ciudad y se pueden hacer unas preciosas fotos siempre que el smoke (el humo, la contaminación), para esto lo mejor es esperar un día de viento fuerte que se lleve toda la porquería lejos y así poder ver los barrios más ricos esparramados por las faldas de las nevadas montañas Albroz.





En los jardines debajo de la torre hay gente volando grandes cometas.
 Al parecer existe una gran afición al vuelo de cometas en todo Irán, y es probable que esta afición llegue por lo menos hasta el norte de la India. Hace muchos años en Cachemira ya estuvimos volando cometas desde la casa-barco donde me alojaba. Cometas mucho más modestas que las que hoy estoy viendo pero no menos efectivas; hechas de hilo, papel y cañas, de pegamento usamos arroz hervido y ya sólo nos hizo falta algo de brisa. La cometa subió tan alto que la perdimos de vista, bandadas de pájaros esquivaban en pleno vuelo su fino hilo, nunca pudimos recuperarla, debió acabar en alguna ladera nevada de las montañas que hay entre Srinagar y Leh en pleno Himalaya.
 Me encanta imaginármela siendo descubierta por algún alpinista en algún recodo insospechado en plena ventisca.
 -Juanito... ¿qué es eso enterrado en la nieve?
 En el ventisquero la cosa se está poniendo difícil, la dureza de la montaña arrecia con todo su impetú.
 - Iñaki, debe ser el cachirulo de algún capullo.


La colosal torre Borj El Milad es perfecta para ver una panorámica de Teherán a vista de vuelo de pájaro, su precio son unos 2 euros.




 Incluye una visita guiada. Arriba un grupo de personas se acurrucan en torno a la guía, son todos persas excepto yo, al final de cada explicación, la guía, con un orden imperativa, casi marcial, me hace acercarme para soltarme la misma parrafada que a los demás pero en inglés.


Pongo cara de entender todo lo que me dice mientras afirmo con la cabeza y le doy las gracias.
 Después me deja libre hasta la siguiente explicación.
La vista de Teherán es, como se puede suponer, impresionante, y, lo sería aún más si no fuera por el smoke propio de esta megápolis y que hace que apenas se vean los nevados montes hacia el norte quedando el resto de los límites de la ciudad difuminados por la contaminación.



 Dos parejas de estudiantes me piden que les haga unas fotos.
 Son todos muy risueños, embriagadora y estúpida edad del pavo. Luego, una pareja de postín, altos, guapos y elegantes me piden que les haga otra, parecen la carátula de una película de Bollywood.
 El taxi de vuelta al metro me cuesta tres veces más que a la ida, la razón, lo pillo en una parada de taxis situada en la parte inferior  de la torre.
 Pago la penitencia de mi pardillez -un día es un día- y marcho a otro lugar cualquiera siendo otra de las hormiguitas que recorren las infinitas autopistas de la capital iraní.

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