TRANSAHAREANDO. EL EMBRUJO DEL DESIERTO

 Rabat capital de la modernidad del reino alauita, dicen, y de las chicas guapas, diría yo, aunque en esto no tiene la exclusiva. Gente amable y educada. He visto a los rabateños, qué mal suena esto, guardar cola en ordenada fila india
frente una parada de taxis. Nunca había visto esto en Marruecos. También he visto chavales con motos de gran cilindrada y matrícula marroquí hacer caballitos por las calles de la capital. Esto hace no tantos años era imposible de ver.

 La medina, grande y tranquila. Nadie te dice nada. Eso ya lo sabía yo, todos los visitantes lo cuentan, pero ¿y la ausencia de buscavidas?

 En tres largos días de intensos pateos sólo uno. Me preguntó una noche si buscaba algo especial, o si quería chocolate. Sólo uno una vez. ¿Se me estará haciendo la cara de pureta? ¿Tanto ha cambiado el país? Probablemente las dos cosas.

 Estoy esperando en la sala de embarque del aeropuerto de Casablanca el avión que sale hacia Dakhla, lo que mi padre conoce como Villacisneros.

 Esta vez volveré a hacer trampa y cruzaré este largo trecho por aire. Además de que ya me lo tengo visto de otras ocasiones, con los precios de las aerolíneas últimamente consiguen que seamos ahora los viajeros de bajo presupuesto los que tomemos el avión mientras los que tienen más dinero sean los que viajan por tierra. Por poco más de 100 euros me planto casi en la frontera mauritana.

 Hay quien dice que el desierto sólo sirve para cruzarlo, y aunque es lo que voy a hacer en esta ocasión, no puedo estar más en desacuerdo. Yo pienso que el desierto es por si mismo, y voy a ir aún más lejos, es el que más.



 Es el que más porque las sensaciones que ofrece al viajero que lo recorre se combinan de tal manera que sea imposible encontrar un cóctel parecido en cualquier otra parte del globo.

 Siempre  han dicho que lo más parecido a él es precisamente el océano, el mar.

 Paradójicamente, lo que debería ser su antónimo.

 Y por descontado, sin él no se apreciaría de la misma manera ninguna de sus orillas, es nexo y matriz. Eso sí, en ocasiones, muchas, gusta de poner en dificultades a cualquier viajero que decida adentrarse en él. Y no digamos a la gente que en él habita, pero eso es otra historia.

 Regresando a los viajeros parecía últimamente que todos los que somos rosas con pecas, con pasaporte normalmente marrón, y tenemos pasta y un coche, podíamos atravesarlo sin dificultades excesivas.

 Pero eso sólo era un espejismo.

 El desierto se rebela y como siempre, acoge hombres que son una amenaza para otros hombres, volviendo a ser territorio de lo imprevisible. Ahora, con las amenazas de bandidaje y terrorismo hace falta algo más que coche, tiempo y dinero, para cruzarlo.

 Y eso la ruta más fácil, las demás están que ni te cuento, por lo que parece. No es que me guste, es que, es lo que hay.

 Dejando de lado fatigas y peligros, un amplio espectro de viajeros y turistas acaban embrujados por él, enganchados. No importa sexo, edad, condición  social, nacionalidad o experiencia viajera.

 La persona que sea “tocada” nunca podrá olvidarlo, y tendrá que volver, alguna una y otra vez, incluso dejarán de viajar a otros lugares.

 Otras lo recordarán desde húmedas ciudades de cielos grises y plomizos, ateridos de frío, sumergidos en desgastadoras vorágines y rutinas absurdas, maldiciendo el día que volvieron, reprochándose no haberse quedado allí para siempre, o al menos no haberlo intentado.




 ¿Cuál es su magia?


 Afortunadamente hay grandes viajeros que supieron explicarla, entre ellos Sir Richard Burton, lo borda:



"Es curioso como el espíritu puede recrearse en un paisaje que presenta a primera vista tan pocos alicientes. Pero en tal país cualquier leve modificación de color o de forma cautiva la atención: los sentidos se animan y las facultades perceptivas, propensas a adormecerse ante una masa confusa de objetos naturales, actúan vigorosamente agudizadas por la capacidad de abarcar cada detalle(...).

 Aunque tu boca arda y tu piel se seque, no sientes languidez, el efecto del calor húmedo; tus pulmones se aligeran, tu vista se aviva, la memoria recobra el compás, el animo se vuelve exuberante; fantasía e imaginación se exaltan y el primitivismo y sublimidad de cuanto te rodea despabilan las energías de tu alma, ya sea para esfuerzo, peligro o lid.

 Tu moral progresa; eres franco , cordial, hospitalario y sincero: la cortesía hipócrita y esclavitud de la civilización las dejas atrás, en la ciudad. Tus reflejos son rápidos y no requieren excitantes sino ejercicio al aire: en el Desierto, los licores provocan tan solo repugnancia.

 Hay un goce sutil de la pura existencia animal.

 El intenso apetito da cuenta del manjar mas indigesto; la arena es mas suave que un almadraque y la pureza de la atmosfera pone en fuga a un sequito lúgubre de enfermedades(...)

El corazón del hombre brinca en el pecho al pensamiento de medir sus fuerzas flojas con el poder de la naturaleza y salir vencedor de la prueba.

Esto explica el proverbio árabe: VIAJAR ES VICTORIA ."

Lanza del  Vasto, en cambio, avanza por un camino aún más etéreo:



"Después de salir del pantano de las tentaciones, me adentré en un desierto de arena y pedregales.
Una vez perdido el hilo de mis deseos, llegó a faltarme toda razón de existir. Había desplazado mis centros interiores y ya no sabía dónde me encontraba.
Tampoco sabía quién era, porque no era un hombre sino una sombra, un alma en pena.
¿"Conócete a ti mismo"? O quizá aquella frase del Evangelio:"El que pierda su alma por mí la encontrará..."
A pesar de todo, yo no dejaba de trabajar con paciencia, de hacer, mal que bien, los ejercicios cotidianos como el insecto que prepara el final del invierno, al que no llegará vivo.
Y, en medio del desierto, encontré lo que nunca en la vida había buscado, algo por lo que nada había hecho, lo que menos esperaba encontrar allí: la felicidad."

Por último, porque la lista es casi interminable, los Zeppelin, en su grandeza, no sólo lo explican, sino que lo hacen poesía, le ponen música y lo convierten en pura épica. Atención:




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