ANACORETAS EN EL DESIERTO


En casa, después de cenar tenemos algo de polémica, hablamos de lo que está tardando en llegar la luz del pueblo a este grupo de cuatro casas aisladas al otro lado del río, de lo lento y caro que sería, yo doy gracias de que no haya llegado todavía la luz, me miran extrañados, me dicen que con luz podrían tener una tele, les digo que con luz y una tele se acabaron las conversaciones familiares, las historias del abuelo, las estrellas en los patios interiores, las horas que pasan los padres con los  hijos, que con la tele todos seríamos como ovejas mirando la hierba, hablo que hasta ahora vivimos muy bien con los tabuteis y las velas, alguien me entiende no sé si por buena educación, otros siguen suspirando por la tele, nos enteraríamos de la noticias dicen, respondo que nos enteramos de las noticias por la radio, por la gente, no les convence, algunos, tal vez con razón, me tachan de demasiado tradicional.
 Equivocado o no, rezo para que Ana Rosa Quintana o un Sálvame de Luxe a lo marroquí no pasen a formar parte de la vida de la familia.
También, en un principio, causó cierta extrañeza mi interés por las historias del abuelo.
 La abuela se echa las manos a la cabeza, diciéndome que eso son cosas de viejos ichelhin. Con el tiempo ella misma acabaría contándome maravillosas historias como la de cuando su padre se encontró dos cristianos perdidos, desnudos comiendo hierba como las cabras o historias parecidas.
 Habla sobre el Ifni y los tiempos de fronteras españolas y francesas, y el "trabando", (contrabando) y los largos viajes en camello por las noches, de los disparos de los aduaneros y militares, y cuenta:
 Cuando yo era joven...-el abuelo B.AbdelHaid cuenta las historias encantado, por supuesto cuando él habla todos callamos, suelen ser historias largas pera las llena de emoción, es un gran narrador, yo casi no le entiendo, pero es un gusto ver cómo vive lo que cuenta, su tachelhit es muy antiguo y como no tiene dientes no sé muy bien que dice, pero luego sus hijos me lo cuentan, y él maravillado por mi interés, y yo mil veces mas maravillado por estas historias increíbles, por estas noches mágicas y este estar en familia, sigue colaborando y aclarando para que lo entienda.
"Hace años, cuando yo era joven...- y ya tengo al más pequeño de sus hijos dándome un codazo y diciéndome que su padre tiene más programas que la televisión- , grandes barcos de vapor ("babor" en tachelhit moderno) de varios pisos de altura, surcaban el Atlántico entre Agadir y El Aiún transportando cientos de camellos para que allí los comieran. Estos barcos no tenían radar ni el mas mínimo sistema que anunciara cuando su fondo iba a chocar con una roca en la peligrosa y traicionera costa sahariana, de esta manera se abrían grandes vías de agua que echaban el barco a pique. Cuando el timonel, o el capitán de la nave, situado en el punto más alto del barco, veía que la infinidad de ratas que había en el piso inferior les daba por subirse en tropa al siguiente piso,  hacia sonar la sirena de hundimiento y evacuación del barco, estando seguro al ver las ratas de que se había abierto una vía de agua."
Y ahí están, cualquiera que haya llegado por lo menos hasta el Aiún los habrá visto, esqueletos varados en las playas o acantilados de la salvaje, aunque ya desvirgada por una negra cinta de asfalto, costa sahariana.
Costa bellísima, de fuertes resacas, de densas brumas, traicionera para barcos y bañistas, de estuarios creados por los antiguos ríos que cruzaban el Sahara, hoy ocupados por el mar y algunos flamencos.
Costa abrupta, sin agua, de vientos arrasadores y dónde sobreviven, solos, viviendo en tiendas-chabolas hechas con desechos que el mar llevó hasta la costa, hombres en medio de lo mas árido, de lo mas ventoso, anacoretas desafiando cualquier lógica de supervivencia, sacando su sustento del mar y el trueque con los camioneros, ¿viviendo en libertad?...más que muchos.


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